25/3/10

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William Scholl


Ortografía
© 2010 Punto de Partida para Analecta Literaria


El tipo entró en la habitación, dejó la valija en el piso, y respiró hondo.

El viaje había resultado más cansador que lo esperado. La ruta había estado bastante pesada, por el cambio de quincena, y la aguja de la temperatura del agua siempre al borde de la zona roja le había alterado los nervios durante la mayor parte del trayecto.

Pero ya estaba de vacaciones. El hotel no estaba tan mal, después de todo: TV en la habitación, con equipo de DVD incluído, y una amplia oferta de títulos en la recepción. Aire acondicionado, frigobar, y una ventana con una buena vista al médano detrás del que se podía adivinar la playa.

Sobre la mesita de luz, lo usual: algunos soportes de acrílico con los horarios del comedor, los precios de los servicios del spa, y un aviso acerca de la recomendación de no fumar en la habitación, advirtiendo sobre la presencia de un sistema para la detección de humo. Dirigió la mirada hacia el techo, pero no vio ningún dispositivo que pudiera cumplir esa función.

Se sentó en la cama, mullida y con olor a limpio. Pensó que en la semanita que tenía por delante, si lograba desenredarse de la maraña de preocupaciones laborales que todavía le daba vueltas en la cabeza, tal vez podría descansar como para recomenzar el año con un poco de energía extra.

Se paró, y mientras exploraba los canales de la televisión, encendió de manera automática un cigarrillo y le dio una larga pitada.

Alcanzó a hacer zapping nada más que durante un par de segundos, porque lo interrumpió un pequeño hombrecito que salió del placard.

Era delgado, enjuto. Estrecho de hombros, por contraste la cabeza parecía exageradamente grande, con una forma que recordaba a un triángulo con el vértice apuntando hacia abajo. La piel de la cara de una tonalidad grisácea. El cabello del mismo color, peinado hacia atrás, con dos entradas profundas. Las cejas tupidas enmarcando un par de ojos muy negros, con un brillo llameante. La nariz afilada, los labios fruncidos. Vestía un traje gris, con chaleco, y una delgada corbata, de un oscuro e indefinido color. Bajo su brazo izquierdo llevaba una carpeta, gris.



Dando pequeños pasos se acercó hasta quedar frente a él, y enarbolando el índice de su mano derecha, le dijo, con una voz aguda y metálica:

-Señor, voy a tener que proceder.

El tipo lo miró con los ojos como el dos de oro, sin dejar de apuntar con el control remoto al televisor, y con el cigarrillo colgando de su labio inferior.

El hombrecito se puso en puntas de pie, y con un rápido movimiento, le arrancó el cigarrillo de la boca, llevándose pegado al filtro un pequeño trocito de la piel del labio, lo que hizo que al tipo le saltaran lágrimas de los ojos.

Sacó de un bolsillo del pantalón un diminuto cenicero de metal, y una bolsita de plástico transparente, como las que se utiliza la policía científica para recoger evidencia.

Apagó el cigarrillo en el cenicerito, lo observó un instante mientras lo sostenía entre el pulgar y el índice, y lo puso dentro de la bolsa a la que cerró herméticamente. Luego devolvió el cenicero al lugar de donde lo había sacado, y guardó la bolsita en un bolsillo interno del saco.

Todo el procedimiento demoró unos pocos segundos, y fue ejecutado con profesionalidad.

A continuación, abrió la carpeta gris, y, comenzó a garabatear frenéticamente en un formulario con carbónico. Se quedó con el original, arrojó la copia sobre la cama, y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

El tipo, que todavía tenía el control remoto en la mano, y no terminaba de comprender lo que había ocurrido, volvió a sentarse en el borde de la cama, y se estiró para tomar la hoja que el hombrecito le había dejado.

En cuanto las manos le dejaron de temblar, consiguió leer:
FUENTE DE ORIGEN: Cigarrillo marca Marlboro
CONTENIDO: Volutas cargadas de indisimulable sensualidad, sugerentes de figura femenina desnuda, ejecutando movimientos de alto contenido erótico.
CALIFICACIÓN: No apto para su exhibición, tanto en ámbitos públicos como privados. 
PROCEDIMIENTO: Secuestro de la fuente de origen.

Absolutamente confundido, levantó la vista, y su mirada se cruzó con los carteles de la mesita de luz.

Volvió a prestar atención a uno de ellos, y esta vez lo leyó con detenimiento:

Sr. Pasajero
Por su seguridad, las habitaciones cuentan con censor de humo.
Por favor no fumar dentro de las mismas

El tipo se prometió que, en lo sucesivo, al leer carteles, no pasaría por alto ni el más sutil error de ortografía.





* WILLIAM SCHOLL, es el pseudónimo de ADRIÁN LESCANO, médico y narrador argentino, nacido en Buenos Aires en 1958. Su obra aún permanece inédita.

Analecta Literaria

Revista de Letras, Ideas, Artes y Ciencias.

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